Caroline
Reynolds tiene un fantástico apartamento nuevo en San Francisco, una
KitchenAid, y ningún O (y no estamos hablando de Oprah, amigos). Tiene
una floreciente carrera como diseñadora, una oficina desde la cual se ve
la bahía, una maravillosa receta de pan zucchini, y ningún O. Tiene a
Clive (el mejor gato del mundo), buenas amigas, y ningún O.
Además de no tener ningún O, desde que se mudó, tiene un vecino excesivamente sexual que por las noches da los golpes contra la pared más altos que haya escuchado jamás. Cada gemido, azote, y -¿era eso un maullido?- le recuerda que, no solo no puede dormir sino que, sí, lo habéis imaginado, no tiene ningún O.
Entra Simon Parker. (No, de verdad, Simon, por favor, entra). Cuando los golpes contra la pared amenazan con echarla literalmente de la cama, Caroline, llena de frustración sexual y con un picardías rosa, se enfrenta a su vecino al que siempre escucha pero que nunca ha visto. Su encuentro a medianoche tiene... bueno... unos resultados variados. Ahem. Con paredes tan finas, la tensión estará en el aire.
Además de no tener ningún O, desde que se mudó, tiene un vecino excesivamente sexual que por las noches da los golpes contra la pared más altos que haya escuchado jamás. Cada gemido, azote, y -¿era eso un maullido?- le recuerda que, no solo no puede dormir sino que, sí, lo habéis imaginado, no tiene ningún O.
Entra Simon Parker. (No, de verdad, Simon, por favor, entra). Cuando los golpes contra la pared amenazan con echarla literalmente de la cama, Caroline, llena de frustración sexual y con un picardías rosa, se enfrenta a su vecino al que siempre escucha pero que nunca ha visto. Su encuentro a medianoche tiene... bueno... unos resultados variados. Ahem. Con paredes tan finas, la tensión estará en el aire.