Hay personajes frustrantes, y luego está Bree.

Llevaba mucho tiempo queriendo leer este libro, y lo peor es que tenía claro que me iba a gustar. ¿Cómo no iba a gustarme con esta trama y esos tropes?

Estamos hablando de friends to lovers, un amor secreto, un jugador profesional de fútbol americano y un leve fake dating. ¿Cómo podía ir mal, si tiene todo lo que me gusta?

Bueno, pues lo fue. Sencillamente, no ha sido para mí.

Hay libros que nos gustan, otros que aborrecemos y otros que, sencillamente, no nos dicen nada. Este es uno de esos para mí. La cosa se torció rápido, pero el ritmo es ligero y se lee fácil. Pero ni con esas consiguió mantener mi atención, y no puedo negar que todo lo que quería era terminarlo de una vez por todas y olvidarme de él.

No me ha disgustado tanto como para no terminar de leerlo, pero tampoco he conseguido mantener mi atención en todo momento. Simplemente, no me interesaba saber qué sería de estos dos porque estaba claro desde el principio y el desenlace tardó demasiado en llegar.

Aquí ya entramos en cuestión de gustos, por supuesto. A mí que me traigas un friends to lovers con unos amigos tan cercanos, con una relación tan particular y peculiar, y que el único conflicto en la relación sea su propia estupidez pues como que no me gusta.

Bree y Nathan se conocieron en el instituto mientras ella se preparaba para entrar en Julliard y él para debutar en la NFL. A día de hoy, pese a las dificultades y los golpes de la vida, su amistad sigue tan fuerte y sólida como entonces, y hasta los amigos, familia y parejas de uno u otro piensan que ahí hay algo más. Pero ellos erre que erre con que son solo amigos. Y si no fuese porque desde el primer capítulo es asquerosamente evidente que AMBOS están enamorados del otro, yo habría disfrutado de cada palabra.

Porque me encanta cuando a un amor secreto, y esa sensación de preferir que la amistad perdure aunque su corazón se rompa. Lo que no me gusta es que busquen excusas ridículas para negar lo que incluyo para ellos es evidente: que están hasta las trancas el uno por el otro.

Y la capacidad de negación que tiene Bree es digna de admirar, excepto porque las excusas que utiliza para decirse que las miradas, los roces y los dobles sentidos que le envía Nathan "son cosa suya" son a cada cual más ridícula que la anterior.

El problema, en resumen, es que ya en el tercer capítulo se ve venir lo que se viene: que el libro no tiene más trama que dos personas poniéndose la zancadilla el uno al otro. Esto hace que no haya más trama que esa, ambos enamorados pero no queriendo hacer nada al respecto, y luego metemos un vídeo viral que hace que tengan que fingir un poquito ante las cámara para forzar que la cosa fluya.

No he sentido tensión entre ellos, no hay un crecimiento de la relación, ni expectación por que al fin pase algo.

Tampoco es que todo sea mala, o no lo habría terminado tampoco. Como decía, el ritmo es ágil y resulta bastante divertido... aunque incluso aquí voy a sacar pegas. Me encanta que los autores consigan hacer que un libro sea hilarante, pero aquí en ocasiones a la autora se le iba un poquito la mano y algunas escenas quedan muy forzadas, como si hiciese un sobreesfuerzo por se graciosa cuando no es necesario ser chistosa todo el tiempo.

Nathan me ha gustado bastante más que Bree, aunque tampoco es que tenga mucha chicha el personaje. Al contrario que Bree, que resulta insufrible por su ya mencionada manía de buscar razones tontas por las que "su mejor amigo no está enamorado de ella y la sola idea es ridícula", Nathan tiene asumido lo que siente y le encantaría tener algo con Bree, de no ser por su aparente interés de dejarlo en la friendzone.

En la relación resulta muy dulce y es un cacho pan. Con Bree es un amor y sus amigos del equipo son de las cosas que más me han gustado, junto las escenas en las que planean la estrategia para conquistar a Bree.

No es un libro que recomiende porque creo que hay muchos parecidos que le dan mil vueltas, pero oye, si os llama la atención probad que quizá tengáis más suerte que yo.