De los tres que hay publicados hasta el momento, este es el que más me ha gustado, y eso que cada uno tiene su toque personal que lo hace diferente y adictivo.

Para aquellos que no conocíais la saga, el núcleo que une los libros es El club de los supervivientes, un grupo de hombres y una mujer que se conocieron tras sobrevivir las atrocidades de la guerra, aunque no salieron ilesos de ellas. Cada uno sufre distintos tipo de secuelas, algunos más emocionales mientras que otro más físicas, pero todos arrastran algún trauma y la sombra de la guerra convive con ellos de vuelta a casa.

 

En esta ocasión toca el turno de Benedict, el superviviente que apenas puede caminar y tiene que ayudarse de unos bastones a modo de muletas para moverse. Tras la guerra, le dijeron que lo mejor sería amputar las piernas y que nunca volvería a caminar, pero Ben no estaba dispuesto a renunciar a sus piernas, y no solo sobrevivió sino que actualmente es capaz de andar por sí mismo.

Nuestra heroína es Samantha, la viuda de un hombre que falleció por las heridas sufridas en la guerra y que ahora padece la compañía de su cuñada y la restricción de terribles reglas y opresivas normas de conducta.

Lo que empieza con un terrible primer encuentro entre ven y Samantha acaba derivando en una amistad que ninguno esperaba, así como tampoco esperaban la mutua atracción que sienten y por la que tratan de no dejarse llevar, por muy difícil que sea.

Algo que vengo comentando en cada libro es que me encanta cómo Mary Balogh representa las secuelas emocionales de la guerra, no solo las físicas: depresión, PSTD, etc. Cosas que hoy todos comprendemos en mayor o menor medida, pero no en la época en la que se desarrollan estas novelas. Me encanta ver cómo se tratan estos temas en una época en la que no había tanto conocimiento general de asuntos hoy cotianos, no solo porque es interesante ver cómo reaccionan a ellas sino porque además es poco habitual verlas reflejadas en novelas del género.

Las discapacidades o secuelas que sufren los supervivientes en sus libros son parte vital de la trama, y con cada libro la autora se supera. Las difirencias tan grandes que hay entre un superviviente y otro hace que cada trama sea nueva y diferente, y te quedas con ganas de ver más de los demás, de saber qué será de ellos y cómo conseguirán superar sus traumas.

De este libro me ha encantado la fortaleza de Ben, la entereza con la que acepta las cartas que le ha dado la vida y cómo hace todo lo posible por que los problemas con los que tiene que lidiar no lo hundan en la miseria.

Los males de Samantha, por su parte, pueden parecer más triviales, pero su historia acaba teniendo más capas de las que esperas en un primer momento y acaba siendo un personaje que conquista por su forma de enfrentar la vida y por que, pese a su ignorancia y su inocencia, con Ben consigue sacar un lado más directo y despreocupado que los lleva a ambos al sonrojo.

El suyo ha sido un romance inusitadamente inocente, por el valor de sus emociones más que por sus acciones. Porque si algo tienen claro estos dos es que algunas normas están hechas para romperlas. Y es el equilibro entre los límites y la libertad con el que juegan que ha hecho que me guste tanto su historia.

 

Decir que tengo ganas de leer el siguiente es quedarse corto, así que espero que la editorial siga traduciéndolos y editándolos aquí. Estaré atenta por si anuncian algo al respecto. Ojalá continuen, porque me muero por conocer a los demás supervivientes.