Este ha sido mi primer acercamiento a la autora y la experiencia ha sido agradable, si bien no inolvidable.

Para cualquiera que me siga está claro que adoro los romances deportivos. Tienen un algo muy particular que me encantan, un corte de personajes que conmigo funcionan muy bien y un estilo de tramas que funcionan de perlas. Me animo con cualquier deporte que venga acompañado de una trama interesante, aunque evidentemente predominando más unas historias que otras (fútbol americano y hockey son las que más he leído), y esta ha sido mi primera vez con el rugby. ¡Y ha sido muy interesante! Diría que lo que más me ha gustado de la novela ha sido el acercamiento a la cultura neozelandesa y al rugby en general, con las hakas y todo lo que conlleva.

Mi primera dificultad con esta historia ha sido hacerme al estilo de la autora. O más concretamente, a su uso de las comas.

—¿Sabes que me gustas mucho, pakeha?
—¿Cómo no voy a saberlo? Lo de disimular no es tu fuerte.
—Cuando quiero algo, al final, tarde o temprano, lo consigo.
—Bueno, alguna vez tiene que ser la primera en que eso no sea así.

A ver, entiendo que lectores hay muchos y de todos los tipos. Yo soy filóloga, me encanta leer y escribir y no puedo evitar fijarme en los aspectos más técnicos de lo que leo de forma inconsciente. Hay veces que es más fácil pasar por alto algunas cosas y veces que es más difícil, y la cantidad de comas e incisos innecesarios a veces me han sacado de la lectura. Sobre todo al principio, pues luego me he acostumbrado y he podido ignorarlo con más facilidad.

Con todo, creo que esto es algo que no molestará a muchos.

La trama es sencilla, fácil de leer y con un ritmo tan ágil que cuando quieres darte cuenta has terminado. Hay varias cosas, sin embargo, que no me han convencido:

1. No soy muy fan del instalove y si bien en este caso es más bien un instalust por parte de Daniel, su actitud me ha parecido demasiado brusca. Todo es muy rápido, chocan, ella se hace la dura y ya Daniel va a por todas. Como premisa inicial funciona, pero conmigo no va del todo bien.

2. Adoro los machos alfa en las novelas. No lo niego, es una realidad que queda en evidad por muchos de los libros que me encantan. No creo que todos los machos alfa sean necesariamente tóxicos dependiendo cómo se enfoque el personaje y teniendo en cuenta que la ficción, hasta cierto punto, ficción es. Pero Daniel... Daniel roza mucho la toxicidad para mí. Todo macho cabrío, muy a lo eres mía al segundo día de conocernos, muy no mires a otro hombre porque me gustas a mí, muy te beso sin permiso porque estoy enfadado y celoso (que una vez bien, a la tercera ya cansa un poco...). No sé, no a terminado de cuajar conmigo.