A las cuatro de la madrugada, la noche de su veinticinco cumpleaños, el barón Montford se encuentra a sus anchas con un amplio grupo de caballeros en su biblioteca. Espoleado por el jolgorio, el orgullo y la bebida, Montford acepta una apuesta que no tardará en lamentar: seducir con éxito a la virtuosa Katherine Huxtable en los próximos quince días.
Los Huxtable se han hecho recientemente con gran riqueza y notoriedad, y Katherine sabe que ha sido afortunada en todos los aspectos salvo en uno. Pese a su gran belleza y su recién hallada vida ociosa, Katherine cree que no está hecha para la pasión o el romance. Ha eludido a todo pretendiente y hombre de la sociedad, y a lord Montfort más que a ninguno, debido a su fama de peligroso granuja.
Con tan mala reputación, el barón Montfort tiene una dura montaña que escalar… ¿perderá la apuesta o tal vez incluso su corazón?

Una chica perteneciente a una familia aristocrática venida a menos porque su padre no ha sabido o no ha querido adaptarse a los nuevos tiempos tiene que casarse con uno de esos que llaman “nuevos ricos”.
Ella, que no piensa en el matrimonio, intenta buscar una salida pero todo parece en su contra, así que Maddy termina casada con un banquero. Para su sorpresa él aceptará sus propuestas a cambio de que ella sólo cumpla un objetivo: ser la esposa trofeo de buena cuna que él necesita para ser aceptado en ciertos círculos.
Así convivirán durante un tiempo, cada uno llevando vida independiente, como muchos otros matrimonios, sólo que en su caso no es producto de la desilusión o el desgaste sino de un mero acuerdo.
Su convivencia será un simple trámite hasta que él pueda encontrar la forma de romper el acuerdo prematrimonial y liberar a ambos.
Un matrimonio con fecha de caducidad, sin desilusiones, sin discusiones y sin dolores de cabeza.
Un matrimonio con una definición muy amplia de lo correcto.